Recogió sus cosas y se vistió antes de que ese chico se despertara. Aún no eran ni las 9 de la mañana, no había dormido casi nada.
Cuando llegó a su casa, estaba su madre como de costumbre esperándole en el salón.
-¿Se puede saber qué pasa contigo? ¿Es que siempre va a ser la misma historia?
Le dijo ella levantándose del sofá. Hayley sin más siguió andando hacia su habitación.
- Hayley Dankworth te estoy hablando. ¿Me quieres decir dónde estuviste?
-No. -Se paró en medio del pasillo. -No quiero decírtelo y quiero que me dejes en paz. ¿Estamos?
-Está bien. Veo que sigues en ese plan ¿eh? Tu sabrás. Pero te advierto que como sigas así... -Le interrumpió.
-¿Como siga así qué? ¿Eh? ¿Qué? ¡Eres una zorra! ¡No haces más que darme órdenes! Ya no soy pequeña ¿sabes?
-¡Pero tampoco eres mayor! Y según la ley, tú estás bajo mi responsabilidad hasta que seas mayor de edad. Así que mientras vivas bajo mi techo, se hace lo que yo diga.
-¡Genial! Pues un día de estos no estaré ni yo ni mis cosas en esta casa. Ya verás. -Dijo amenazándole con el dedo índice.
Hayley siguió andando con paso ligero hacia su habitación y cerró de un portazo. Se lanzó a su cama y lloró durante un largo rato.
Sabía que su madre no se merecía eso. Ella solo intentaba protegerle, pero Hayley no sabía verlo de esa forma. Para ella su madre lo era todo, aunque no se lo hiciese ver.
Desde que su padre se marchó de su casa para casarse con una mujer que según Hayley, era una zorra que solo quería su dinero, se ha aferrado más a su madre de lo que pensaba, pero no era esa clase de personas que demuestran su amor por otras. Simplemente se limitaba a ser rebelde, creía que así las cosas no le afectarían. Pero se equivocaba.
Eran como las 7 de la tarde y tras pasarse todo el día encerrada en su habitación, salió para comer algo.
La sorpresa se la llevó ella al ver que su padre estaba sentado en el sofá con su madre.
-¿Qué hace este aquí? -Dijo refiriéndose a su padre.
-Hayley, tu padre y yo hemos estado hablando y creemos que lo mejor para ti y para todos es que te vayas a un internado durante un tiempo.
-Si, verás, tu comportam.... -Le interrumpió.
-¿Pero que decís? ¿Cómo me vais a internar? ¿Estáis locos o qué?
- No Hayley, no estamos locos. Tu no quieres obedecer, haces lo que te da la gana y llegas a casa por la mañana después de haber salido durante toda la noche. -Añadió su madre.
-Así que dentro de una semana, cuando empiecen las clases, tú no las empezarás en el instituto de aquí, sino irás al centro de Londres en un internado. Ya está todo decidido, así que no hay forma de que nos convenzas. -Afirmó su padre.
-Si y un cuerno para los dos. ¡Que a mi no me metéis en un internado ni borracha!
Dijo eso y se marchó de su casa. No quería saber nada de sus padres en ese momento.
Siempre que discutía con ellos solía irse a caminar a un parque cerca de allí. El estar sola entre árboles y plantas le hacía sentirse mejor y olvidarse de todo por un momento. Para ella su vida era una mierda y encima sus padres le querían internar. Ellos decían que por su bien, pero ella pensaba que era porque realmente no les importa, y por eso le internaban, con tal de olvidarse de ella durante un tiempo. Aunque se equivocaba, realmente lo hacían por ella, por su bien. No sabía el daño que se hacía a si misma con esa vida que llevaba cada vez a peor.
Necesitaba a alguien con quien hablar, con quién desahogarse y la única persona que no se había marchado de su lado en todos estos años era su mejor amigo, Jared. Él lo sabía todo sobre ella y sin embargo, no le juzgaba. Él siempre intentaba guiarle por el buen camino cuando hacía algo mal, pero ella no le escuchaba, siempre fue tan cabezota, que ni si quiera se replanteaba que él pudiera tener razón.
Se dirigió hacia su casa y le mandó un mensaje para que saliera. Siempre lo hacía así, no le gustaba tener que tocar la puerta y soportar una conversación con alguno de sus padres. No le caían mal, pero a veces quería que sus padres fuesen como ellos, que se llevaran tan bien y que estuvieran juntos y eso le hacía pensar más en su casa, así que siempre que podía evitar hablar con ellos, lo hacía.
Al poco rato Jared apareció.
-Vaya hombre, ¿casi no sales eh?
-Es que no oí el móvil, perdona. -Empezaron a andar hacia el parque. -Bueno, cuentame, ¿qué te sucede?
-Verás, mis padres. No esta vez no volverán juntos para volverse a separar como hicieron ya una vez, no. Esta vez han decidido meterme en un internado la próxima semana, cuando empiece el curso. Dicen que es por mi bien, que mi comportamiento va a peor cada día y bla, bla, bla. ¿Se creen que soy tonta? ¿Piensan que no me he dado cuenta de que lo que quieren es librarse de mi?
-Verás Hayley, en este caso creo que tus padres llevan razón.
-¿Qué? ¿Cómo puedes decir eso Jared?
-¿A qué hora has llegado hoy a tu casa?
-Pues no sé.. Serían las 9 quizás. ¿Por?
-Ahí está la conclusión. Hayley, no puedes seguir así, ¿no te das cuenta?
-Jared, hablas como ellos..
-¡Es que tienen razón! ¿Cuantos chicos llevas ya en esta semana?
-¡Eso no importa! ¡Creí que tú no me juzgabas!
-¡Y no lo hago! ¡Intento protegerte Hayley! ¿No te das cuenta? Hay mucho gilipollas suelto por ahí.
-No me lo puedo creer... ¿Estás diciendo que mis padres hacen bien mandándome al internado?
-Si. Te vendrá bien.
-Creí que eras mi amigo Jared... Pero ¿qué clase de amigo está de acuerdo con que metan en un internado todo un año o puede que más a su supuesta mejor amiga? ¿Es que acaso no quieres estar conmigo?
-No Hayley, te equivocas. Pero es por ti, hazme caso.
-¡Olvidame Jared! ¡No vuelvas a hablarme en tu vida! ¡Creí que eras el único que nunca me dejaría, que no serías como los demás! ¡Creí que siempre me apoyarías y estarías junto a mi! Pero veo que me equivoqué... -Dijo con un pequeño hilo de voz a punto de echar a llorar.
Entonces la primera lágrima resbaló por su mejilla y sin pensarlo dos veces, salió corriendo de allí. No le gustaba que la gente le viera llorar, siempre quería mantener su imagen de chica dura ante todo, aunque realmente por dentro fuera muy frágil.
Pensaba que Jared se equivocaba. Que sus padres le habían lavado el cerebro. Ese no era el Jared al que ella conocía.
Llegó a su casa, se duchó, comió algo y fue sin pensarlo dos veces a su habitación a dormir. No le apetecía hacer otra cosa, además, mañana sería un día muy largo.
[...]
Se despertó a las 11. Ya era viernes. Ni si quiera sabía que día se iba al internado ese, pero cada vez que lo pensaba, le daban ganas de llorar. Si ya le costaba hacer amigos donde prácticamente conocía a todo el mundo, no se quería ni imaginar lo difícil que sería encontrar a alguien con quien congeniar en el internado.
Se levantó de la cama, hoy iba con un poco menos de mal humor. Fue a la cocina, su madre le había hecho su desayuno favorito.
-Buenos días Hayley.
-Hola.. ¿Por qué me has hecho el desayuno?
-¿Qué pasa, no tienes hambre?
-No, no es eso, pero... -Le interrumpió.
-No te preocupes, lo de ayer ya pasó. Ándate y desayuna, tienes que hacer las maletas.
-¿Como? ¿Es que me voy ya?
-Si.. Hija, lo del internado ya lo teníamos pensado desde mucho antes, pero quisimos esperar para decírtelo. Tienes que estar allí mañana, pero si quieres conocer la zona un poco he decidido que iremos hoy y llamamos a tu tía para quedarnos en su casa y que nos enseñe todo. ¿Te parece bien?
-¿Es que tengo otra opción?
-No.
-Pues ya está.
Terminó de desayunar, se duchó y preparó su maleta con todas sus cosas como le había dicho su madre. Le esperaba un largo camino por delante.